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1 de febrero de 2013

¡Seamos más y contaminemos menos!


¿Cuántas veces hemos visto a la gente que tira sus desperdicios por la ventana cuando estamos en el taxi o en el bus? O las envolturas de galletas, botellas, papeles, etc., tiradas en la suelo  y en las áreas verdes, como si fuera la cosa más natural del mundo usar la vía pública como basurero. El verano es para disfrutar pero ¿Cómo hacerlo si encontramos nuestras playas sucias?
¿Será que ya se convirtió este acto de contracultura contaminante en un hábito?

Yo por mi parte, cada vez que he podido, me atrevo a llamar la atención de una forma muy sutil y respetuosa a toda esa gente que sigue este hábito, esperando que se avergüencen y recapaciten… ¡Qué ilusa soy! Muchas de ellas ni se inmutan y se limitan a ignorarme. Y lo peor de todo es que, a veces,  tienen el basurero tan cerca.
Pero, hay algo que me indigna más y son los comentarios como: “no es mi distrito” o “le doy trabajo a los de la municipalidad” no es la voz. Una vez vi un letrero en un bus que decía: “No deje basura en el carro, sea culto y tírela por la ventana”... ¿En dónde estamos?! Estoy completamente segura de que esta misma gente contaminante se quejan de un país que no progresa.

Lo fatal y muy cierto es que muchas veces el mal ejemplo lo dan nuestras autoridades. Un amigo comentó que estaba manejando detrás de un carro de policía y, repentinamente, un empaque de plástico vuela desde la ventana del carro y luego un vaso desechable. El pasó junto al carro y observó que sólo estaban dos policías. Lamentablemente, este es uno de los ejemplos que  recibimos de los que se suponen que “hacen cumplir la ley”.


“Odio a la gente sucia que bota basura en las calles”
No es mi intención causar odio entre nadie, ya sea por condición social o educación. Pero es inevitable sentir algún tipo de repulsión por estas personas, algunas de ellas que contaminan por ignorancia y otras que son consientes del daño que hacen y no les importa.
Me causa cierta tranquilidad saber que no estoy sola en esto, que como yo hay más personas que quieren que este hábito termine, gente que está cansada de ver a otras personas tirar papeles al suelo, escupir en la calle, tirar el chicle de la boca, las colillas de cigarro… La idea es que nosotros, es decir, las personas que son consientes de lo que se trata “no contaminar el ambiente público” ayuden a promover este mensaje de limpieza urbana a los demás, que no tienen criterio de limpieza.

“Seamos el cambio que queremos ver”
Empecemos por los más cercanos a nosotros: familiares, amigos, vecinos, en la calle, el carro que vayamos, en nuestros hogares, etc., y, sobre todo, en el futuro del país: los niños.
Señores, la educación vienen de casa y la cultura de un pueblo la demuestran en sus calles y sus jardines. Los primeros en inculcar normas de urbanidad son los padres, es un deber de todos ellos enseñarles a sus hijos, desde muy pequeños, que la basura no se tira al suelo y predicar con el ejemplo.  Respetemos los derechos de los demás; por ejemplo, guardando nuestros desperdicios en nuestros bolsillos, maletas o mochilas y llegando a casa botarlas en el tacho, porque a veces pensamos “esto es pequeño y no hará daño” pero empecemos por las pequeñas cosas para hacer el cambio. La ciudad más limpia no es la que se barre más, sino la que menos se ensucia.
Cuando veamos a alguien contaminar… ¡hablemos! Y digamos lo que merecen oír, respetuosamente. Y no es sólo es el hecho de no tirar basura, también que se implemente una cultura de reciclaje.




Como me enseñó mi maestra de primer grado: "La basura al basurero, me dijo un buen portero, que vivir entre basura es de gente sin cultura."


Gracias a todos por su atención, participación y su compromiso de predicar con el ejemplo.

13 de enero de 2013

¿Y donde están los caballeros?

Hey!, dije CABALLEROS.
Desde pequeña soñaba con encontrar al tan buscado “Príncipe azul”. Sí, me gustaba leer esas historias rosas con final feliz, pero al final terminé odiando a Barbie y a todo su escuadrón: Blancanieves, Cenicienta, Ariel, Jazmine, etc; porque creía que se habían quedado con los únicos principies que existieron… Y lo peor aún, príncipes que solo existieron en la fantasía, pues en mi camino solo hallé a unos simples mortales, algunos sapos disfrazados de príncipes y a un príncipe que se convirtió en sapo que ni con mil besos logró ser de nuevo un príncipe.




Es que ahora, en pleno siglo 21, donde la modernidad lo hizo todo más fácil y simple, nos obliga a resignarnos a la idea de no encontrar a aquel caballero de nobles sentimientos y conformarnos con el chico lindo de modales “liberales” que nos ofrecen, implícitamente, una relación casi como los medios tecnológicos modernos de hoy en día: fácil, rápida y entretenida. Y vaya que nosotras esperamos encontrar a aquel hombre con un toque clásico de romanticismo que nos enamore con millones de detalles y que haga de nuestras vidas un cuento de hadas en donde nosotras seamos las únicas bellas princesas del reino y de su vida. Pero a cambio, lo único que vemos en nuestro panorama es a pequeños monstruos que huyen de esas cosas a las cuales despiadadamente llaman “cursilerías”. Pero es tan raro el asunto, que me pregunto una y otra vez ¿Porque si eso es lo que buscamos la mayoría de nosotras en un chico, estos se están extinguiendo? ¿Será que aquí la oferta y demanda no existe? ¿O será que realmente ya nos resignamos a no encontrarlos y nos hemos adaptado a lo que hay? O en el peor de los casos ¿Nuestros gustos han cambiado?

Pero, indagando un poco más en la última pregunta ¿Cómo es posible que nos haya dejado de gustar los verdaderos caballeros? A caso no es lindo que nuestro príncipe nos trate como las damas que somos, que nos acoja en sus brazos cuando estemos deprimidas, que nos comprenda y levante el ánimo con palabras dulces llenas de amor, que no nos deje nunca solas porque siempre hay brujas con manzanas engatusadoras que no precisamente son para nosotras. Ahora cambiaré la pregunta a esta otra: ¿El problema en fondo somos nosotras o ellos?

¿Qué nos ha pasado?

Pero si de caballeros estamos hablando, definitivamente, es mucho más difícil encontrarlos en Perú! Donde la mayoría cree que ser el más rudo o el que más damiselas ha tenido es el mejor. Ah pero eso sí, específicamente el lugar donde menos o donde no hay caballeros es en el BUS. Y si no me creen solo fíjense cada vez que viajen y respondan: ¿Cuántos hombres ofrecen su asiento a una dama que recién acaba de subir al bus? ¿Cuántas chicas están paradas y cuántos están sentados? A las justas les ofrecen el asiento a las personas de mayor edad y si es que algunos no se hacen de la vista goda o fingen estar dormidos.


Yo sé que nuestros tiempos han cambiado y ahora hay “igualdad de géneros” que indica que todos debemos tratarnos y ser tratados de igual manera, pero eso no quiere decir que se tenga que perder las buenas costumbres y modales. Que no se pierda esa caballerosidad que hace ver a un hombre distinto a los demás y que dice mucho de su manera de ser. Y nosotras, ya no busquemos más a nuestro príncipe azul, este aparecerá si es que nosotras nos lo merecemos. Recuerden que sólo una dama merece a un caballero y un verdadero caballero se comporta como tal ante cualquier dama.


iHas la diferencia y sé un caballero!